jueves, 20 de noviembre de 2008

Envejece la musa

Envejece la musa blanca
y entre algunas lágrimas descubrí sus miradas
que me veían con más amor, pero cansadas.
Se arrugó su cuerpo
pero no su alma que aun dentro del anillo
me entregó su piel y su alma con incienso,
con todos los detalles
para plasmarla libre en el lienzo.
Se volvió gris su juventud robada
por los genes de los partos
ahora alejados de su humanidad:
sólo se mira al espejo
para buscarse a sí misma hermosa,
como musa estrepitosa y
como amante de verdad.
La miro mirarse en sus adentros
y mi lápiz apunta garabatos llenos de bosquejos,
de mariposas verdes merodeantes
que emanan de su ojos suspicaces y errantes.
Envejece la musa pero nunca mas mi lienzo
pues no creo lo que piensas,
ni lo que dice el tiempo:
eternamente bella y joven...
así te has quedado en la pintura de mi cuerpo.