lunes, 24 de marzo de 2008

Peste empacada



Creces como peste podrida

como peste desechada

entre los rincones fríos de la ciudad y el alma.

Contaminas los colores del mar

y las montañas, y tu humo carboniza mis entrañas.

Éres hija abandonada, que ha sido violada por necesidad humana

y la sombra y el fantasma que cobra vidas gastadas.

Algunos te esconden en bolsas desparramadas

pero tú rompes el tiempo y te descubres en el agua.

Lloro por mi vida, lloro por los que vienen felices

y de tí no saben nada.

Te has podrido para exhaltarte,

te has llenado de gusanos en tu cara,

y ya veo pronto en este panorama

donde tu hedor y malicia se convierten en arma mortal y alocada.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Canción para una hermosa Reina



¿Qué tiene mi pequeña Reina,
que en sus verdes ojos se mira un silencio profundo,
y que será lo que su tierna boca calla?

¿Adónde se fue el oro pálido de su piel
y los rizos dorados de sol de sus suaves cabellos?

Desearía ser un pintor en su imaginación
para dibujarle bosques y palacios sonrientes,
y muchas fantasías llenas de arcoiris y estrellas.

Me encantaría reconfortar su piel tersa y suave
con las manos de mi propia esperanza;
regalarle lindas y sinceras blancas palabras
de amor, corazones y alegrías.

¿Porqué hoy veo a la nostalgia caminar sus sueños,
y colores azules en su mar abierto?

Feliz estoy de ser bote en sus aguas
para que siempre me guíe su viento…y me lleve…
Jugar con sus olas, peces y arenas,
y en sus profundidades de cielo, poder danzar.

Naufragar en cada una de las islas de su reino,
amar con ella en cada rincón de sus pensamientos
para que olvide sus nostalgias y recuerdos del mal tiempo,
mi linda y pequeña Reina, fresco aroma de incienso.

Esta canción me gustaría siempre cantarte,
cuando te pienso y te quiero recordar en mi alma;
cuando añoro estar mas a tu lado en silencio,
ya que este amor crece en los tiernos tallos de tu bosque.
Reina, Reina mía nunca me dejes olvidar.





Junio de 2005

Soneto

No me mueve, mi Dios, para quererte
El cielo que me tienes prometido;
Ni me mueve el infierno tan temido
para dejar, por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor: muéveme el verte
Clavado en una cruz y escarnecido;
Muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
Muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme al fin tu amor, y en tal manera,
Que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
Y, aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
Pues, aunque lo que espero no esperara,
Lo mismo que te quiero te quisiera.

D. Antonio Ma. Claret
1896

lunes, 3 de marzo de 2008

Ventanas verdes.

Una fuente brotó de tu vientre
verde, verde y pintó mi vida.
Te amo verde y amo tus retoños verdes...
En la oscuridad
veo la luz de tu alma verde
con brisa de aliento tenue
caliente, frazada sutil que abriga mis poros:
Te amo verde y amo tus retoños verdes...
Maduró el tiempo en tus años
pero el verde se mantiene verde
dentro de tus ventanas sencillas,
dentro de la tierra de tu vientre.
Te amo verde y amo tus retoños verdes...
Entre hojas tiernas
sujetáste este cuerpo tosco y mudo
y lo ensalzáste con esmeraldas vírgenes,
de un fresco e inmortal nuevo mundo:
Te amo verde y siempre amaré tus retoños verdes...