martes, 7 de mayo de 2013

"El secreto paseo a las tumbas"



Caminó la noche hasta las tumbas y se sentó en ausencia del día,
para intentar observar los huesos de los descansados sonrientes
que le ganaron la batalla a la carne.
Sopló fría y cantó al son de buhos fisgones para mirar juntos
a tres carnales que gozaban y reían de la vida sobre la muerte;
que atizados por chispas de humo verde y seco
humedecían con el rojo tinto de las uvas chilenas.
Creció en la penumbra el abrazo y el afecto silencioso,
risueño de risas ahora ahogadas por la distancia del terreno.
Se besaron y en la oscuridad confundieron sus rostros
y se dejaron blancos de desnudez para brillar con la luna
que desconfiada y menguante, mostraba eréctil
sus brillantes puntas ambiguas de celo y deseo.

El polvo de los muertos se mezcló con el sudor de los vivos
y se embarrialaron sus pieles calientes y sensibles,
se besaron nuevamente, se abrazaron y cantaron una vieja canción
de amor olvidada con coros desentonados y movimientos torpes,
quebrando la copa que armonizaba la trilogía.
Alguien lloró con lágrimas saladas y verdaderas para despedirse,
despedirse de la luna, del viento, de los buhos y de los muertos
porque su vida hacia otros rumbos pronto continuaba.
Fue la última vez que los vió la noche y los buhos
y la mañana llegó para ver un rastro de sangre roja...
o talvez la mancha sobre tumba blanca que deja el vino
junto a la copa rota.

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